lunes, 17 de octubre de 2011

Crónica de un domingo familiar

…que por cuestión de piel, de sexo o religión, tus zapatos no me los pruebo…

Crónica de un domingo familiar

Acaece el mediodía espectral cuando dan las doce horas. El aire calido de una primavera recien amanecida en el conurbano bonaerecen. Casi la crónica del clásico domingo familiar inspirada en los Campanelli o en los Bembenuto, entorno a una mesa enorme y formal se reune la familia “unita”. El humo que emanan las brazas ingresa como bocanadas toscas desde la parilla atiborrada de ese asado bien argentino. Las abuelas, matronas anacrónicas se sientan temprano en la mesa, picando cuanto pan encuentran, saludando contentas a los nietos, con el humor un poco cansado de tantos años, intolerantes a veces. El ruido de un bastón que cae al piso las sobresalta y provoca risas. Mas risas se congregan. Las abuelas sonríen y sonrojan, victimas de sus propios años y de sus propias experiencias. El patrono de la casa apura el primer vaso de vino tinto con soda. La familia sigue cayendo. Un sol reverberante entras por los ventanales, y la brisa acompaña la danza de las cortinas, promoviendo la polvareda que viene desde los canteros secos. Las ensaladas llegan a la mesa, uno a otros se dan permiso para ir “picando” lo que está a mano. El golpe de una cuchilla sobre la tabla de madera espanta los comensales. -ay carajo- grita una tía. -me voy a morir del susto nene- aclara. La familia se va arrimando a la mesa motivados por el apetito.

Las primeras tajadas de carne comienzan a rodar sobre la tabla de madera que chorrea sangre. Morcillas, chorizos, vacío y asado de tira, todo un corso de trozos de vaca van girando hacia los platos. El bullicio se convierte en silencio de cubiertos que hacer percusión sobre la mesa. -Un aplauso para el asador- dicen un por allá. Mas ensaladas, mas carne y llegan los postres empujando los primeros platos. La celebración familiar casi deforma en veneración por la comida. -Panza llena, corazón contento – comentan y se cargan sobre sus espaldas, desparramándose en los sillones, como aguas vivas sobre la arena, dando bocanadas como peces fuera del agua para favorecer la digestión. El café no tarda en llegar. – Dos cucharadas de azucar para mí – comenta la hermana. El café se va consumiendo sorbo a sorbo y los tópicos polémicos no tardan en llegar. Política, economía, seguridad y sexualidad, y así se abre juego al debate. Los participantes en la mesa dan sus puntos de vista pero el patriarca es quien lleva la batuta. –…obtuso le dice el abuelo, porque es cerrado como un ángulo obtuso – Los temas se van salteando y la atención se centra en las declaraciones controversiales reciente que un político de moda dio sobre sexualidad. El dueño de casa toma la palabra y comienza a vociferar sobre la enfermedad de los putos: - si tengo un hijo puto, yo lo hecho a la calle, están enfermos, como los violadores y los que abusan de las criaturas – El resto de la familia se mantiene en silencio y algunos apoyan la moción. Una abuela dice: -son todos degenerados nena, por favor, esto de casarse chicos con chicos y adoptar se puso de moda – . Las vociferaciones continúan ignorando que alguien de la familia está incómodo por los comentarios escuchados. Es el sobrino, puto, mudo por el estupor de escuchar lo que la familia opona. Se queda callado, en silencio, mirando con sus ojos profundos, como el filo de una espada, clavada en las incoherencias que aquel troglodita continua diciendo. La madre y hermanao se incomodan y salen en defensa.. Las voces se van elevando. El debate familiar deformó en la discusión de tres protagonistas. El puto, ahora calificado como degenerado y violador. Sigue en silencio. Quiere reacionar pero no puede. La salud de una abuela podría estar en juego. –yo no podría compartir un mesa con un maricon y faltaria con que me quisiera traer a su novio y lo saco a patadas en el culo- continúa el troglodita…

Poco a poco los comensales comienzan a pararse. El ambiente está tenso como tambor y los argumentos están todos sobre la mesa. La lógica y el amor no parecen poder ganar contra los dogmas de una vida católica y machista. El puto sale por la puerta con la cara inexpresiva. Se cambia de tema y la familia vuelve a reir. El maricon camina hasta el auto para salir de esa casa y decidir tristemente renunciar a la familia que lo posterga por ideales católicos y sociales.

¿Dónde se nos quedó el amor? ¿Dónde se nos pudrieron los principios? ¿En dónde quedó lo puro?

Las personas solo deben ser juzgadas por sus actos por amor o desamor y todo aquello que esté que esté condenando por los dogmas de una religión, si son juzgados, deberá ser dios quien los juzgue.

Estas son las lineas de lo que siento, las letras de lo pienso, la expresión de lo que me aterra, el vómito que provoca el cólera de que no entiendas. Soy la manifestación de tu sociedad, el desamparo de tus años de mirar hacia otro lugar. Soy yo y estoy aca y me vas a tener que escuchar o me vas a tener que mirar, o simplemente sentir, presente como una mirada incisiva en la mesa y cuando me vaya de tu mesa, me voy a mudar a tu conciencia para que siempre me tengas presente.

Este puto nunca más volverá a renunciar a sus ideales.


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