martes, 4 de marzo de 2014

Pienso-miento



Oscuros espectro de la noche santa y única, donde las estrellas se vuelven dioses infinitos.
Los ojos pálidos de tu reflejo me miran el alma de silencio.
Cansancio épico, en parpados caídos.
La ilusión de verte una vez más. Me llegan tus recuerdos al oídos, con el canto de otros tiempos, con el silencio en el sonido.
Milimétricos y herméticos. Cerebrales virtudes.
Celebro el arte de borrarte. Para no tener mas, para no pensarte más.
Y si me quedo en silencio?. Otra vez silencio.
Quietud infinitamente leta. La promiscuidad de los irreversible.
Oscuridad y silenciosos pasos doy. A cinco centímetros de tu mente. Te siento, otra vez.
Un recuerdo más. Olores del pasado edípico. Calor maternal. Refugio. Fulgor divino. Ahí comenzaron los ojos cansados.
Amor, sinceridad eterna. Violencia extrema. Mas amor.
Dos pasos hacia atrás. Hacia adelante un salto enorme.
Lugares perdidos, recuerdo encontrados, pensamientos espejados. Infinito.
Otra vez infinito.

lunes, 13 de enero de 2014

La Calle de los Rostros

Entre avenidas cansadas, el barrio se despierta una vez mas. En las esquinas el tumulto de transeúntes espera el colectivo. Sale el sol en mi Buenos Aires querida.
Un olor a café negro e intenso inunda las veredas. Me llega desde los bares sin edad una  invitación a su pócima para el despertar.

Veredas recién baldeadas, -la puta madre, me salpicó una baldosa-.

La luz del día reverbera entre hojas de  paraísos, álamos  y naranjos que imprimen sombras en las calles todavía mudas. Suena de fondo la bocina de un tren, un perro ladra, las calles se tiñen de amarillo sol.  Coghlan  despierta nuevamente.  Un barrio porteño, chiquito, abrazado por Saavedra y Villa Urquiza, bosteza lleno de voces nostálgicas que no se cansan, que murmuran desde los rincones, de paredes  gastadas  y  mamparas caídas, de persianas oxidadas y carteles ancianos que todos los días vuelven a nacer incansables. Las calles empedradas impiden circular rápido. Las veredas son anchas y añosas, repletas de macetas y jardines con flores perfumadas y espesas enredaderas que muchos guían desde los canteros para hacerlas llegar a sus terrazas desprovistas de tierra. Hay los pasajes escondidos con coloridos postigos que por las tardes se vuelven canchas de futbol o de pelota-paleta para tantos borreguines que se animan a desafiar el circular de los automóviles. A lo lejos alguien canta, quizás silva un tango  de El Polaco y en el club El Tábano, una pareja espectral, más antiguos que nosotros, se anima a dejarse arrastrar por el deseo y la congoja  de una milonga, en su canto de guitarra y su respirar fatigado en el bandoneón.
Justo ahí, en medio de tanta poesía en bruto, descubrí la novedad, el camino que me animaré a llamar: La calle de los Rostros.
Mejor conocida como Estomba, una callecita que alguna vez fue empedrada y que recibió su nombre en homenaje a Ramón Bernabé Estomba, un militar uruguayo que estuvo al servicio de la Argentina y que fue fundador de la ciudad de Bahía Blanca.
La calle Estomba se levanta diferente todos los días desde hace algunos años. Al principio desconcertando a los vecinos, las manos abusivas de un alguien, tiñó las paredes con arte rabioso que sangró como una infección. Estomba amanecía con el rostro de una mujer recién pintada, mirando hacia el Norte, mulata, de labios gruesos y sensuales, con sus cabellos atados; un trozo de enamorada del muro le besó los labios y la marcó para siempre.
Los vecinos reniegan.  Se quejan, no entienden, -esto es inaudito- escuché decir.
El artista callejero deja su huella implacable en una firma. Meses más tarde volverá, pero será  la policía quien los frene – no es uno, son dos! – dijeron los vecinos.

Las explicaciones sobraron y las intenciones se van al tacho. Los artistas se vuelven con sus latas de pintura, sus pinceles deprimidos llorando pintura.
Nada los detendrá. El mapa está marcado. Arremeten con fuerza ciclónica. Imparables. Se vuelven magia popular y rencor de nostalgia en la Calle de los Rostros. Las personas charlan. A los lejos alguien hace llorar una trompeta desde un balcón que hace eco entre las vías.
Las paredes desnudas, desprotegidas y ansiosas a la vez, esperan ser acariciadas; que alguien  calme sus penas, las arrulle con  lluvia de aerosol, una tiza blanca o un indecente pincel las surque por completo. Los vecinos parecen interpretar.
La magia se derrama una y otra vez como vómito reprimido, salivando pintura fresca sobre paredes agotadas que resucitan evocando los recuerdos mas tenaces de otras épocas, eructando sopor de poesía en las tardes perfectas cuando todas las personas caminan las veredas volviendo a casa.  Ahora el  arte les ilumina los ojos y los colores les despierta emociones dormidas – Los Primos hicieron otro dibujo en la esquina de Iberá y otro en en Tamborini–.  La noticia corre. Algunos viejos salen con sus camisetas blancas y se rascan la cabeza mirando. Otro dibujo, otra pintura que esgrime una mueca desde alguna ochava o pared. Los curiosos tuercen la cabeza queriendo adivinar el garabato que dará lugar a una idea plasmada en la cabeza de Primos, como se hacen llamar los rapaces callejeros, ladrones de fachadas desprovistas de papel principal, le dieron identidad a una calle que no era muy diferente a otras tantas calles pero que ahora es especial y  es única.
Cuando paso por ahí, de día o de noche,  no puedo evitar sentirme observado, mirado, cómplice también. Las expresiones de aquellas pinturas son rostros del arte, emoción, placer, dolor, suspiros, gritos, únicos. Silenciosos y expectantantes de nosotros los de siempre que caminamos por esos lugares a veces distraídos, desde las paredes se han vuelto observadores en primera persona de lo que pasa en esta película que todos los días empieza y termina. Nos miran incansables, mientras Primos vuelve a abrirle los ojos a otra pared sobre Estomba, o Calle de los Rostros, como prefiero llamar. 
















lunes, 16 de enero de 2012

Insomnio

Me impido.
Me inquieto.
En el silencio, con ansiedad.
Desprejuiciado.
Ilusionado.
Perplejo
Con miedo.
En silencio, introspectivo.
Te quiero, te extraño?
Te quiero, si.
Una vez,
Dos veces.
Se repite, se anima y piensa.
Te pienso.
Te recuerdo, te veo, te siento.
Sos, recuerdo.
Un pensamiento.
Un aroma.
Tal vez, el placer de tocarte y sentir la seguridad embriagadora.
Presencia que me sofoca. Aburrimiento.
Olor a sueño, cama dormida.
Silencio en la noche.
El verano y sus quejidos en la brisa.
Un dolor introspectivo.
Tu sinceridad absoluta y elijo quedarme solo.
Ansiedad de nuevo y dolor.
Dos porciones para mì.
Doble ración.
Dos platos.
Dos sillas.
Dos almohadas.
Silencio y resignación.
La noche que da vueltas y el techo que se alumbra.
Brisa y silencio de la noche.
Nostalgia y miedo.
Miedo y llanto.
Nos vemos, te siento lejos.
El llamado esperado que no llega.
Me levanto, doy vueltas, te recorro con el pensamiento.
Te siento.
Tranquilidad alivia en lo profundo.
El sueño llega, los pensamientos fluyen.
Me duermo otra vez.

lunes, 2 de enero de 2012

Introspección de milonga


Con su pesimismo cascarrábico,

sucumbe al placer estéril y se entrega.

Desvela el horizonte.

Los ojos cansados de mirar.

Se acuesta sobre mi pecho a llorar

Tanto.

Alma fatigada.

Una vez mas el desorden.

Los deseos del cuerpo hacen ansias de seres apelmazados

Inequívoco otra vez.

Se cae el horizonte.

Nostalgias primitivas.

Recuerdos que se vuelven fantasmas.

Fantasmas que giran en la noche interminable

Ruedan devolviéndote.

El silencio mudo hasta aturdir.

Luces como ojos que miran.

Noche espectral, espesa, sórdida, bulliciosa.

Minuto mas de sol que hoy tuvo tu día.

Un bandoneón respirar fatigado.

Silbando un tango bajito.

Intención

Las ganas que nacieron muertas

El desenlace que fue de final sin inicios.

Otra vez.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Caudal en armonía



Me hundo en tu ojo izquierdo.

Me decido de una vez.

Todos los cantos me hablan.

La cadencia las de los árboles esta en tu sintonía.

Me animo.

Me escapo del terror.

Corro hasta ser barrilete.

Si sueño con tu voz?

Una noche que gira.

Sueño con vos.

Cuando acaricias el viento con las manos.

En la constancia aburrida de lo que ocurre infinitamente lento.

En el sopor de la luz que me llega.

Me acuesto con tus ojos.

Te respiro, estas aca.

Te sueño al pasar.

Y una luz ilumina tu sonrisa y tu sonrisa me espera esta vez.

Cantos en el sollozo lejano esperan muy lentamente que empieces a caminar.

Y si sos vos?

Somos.

Seremos.

Tantos.

Te canto lento en el viento.

Y te espero desde la puerta,

Y la lluvia cae y la noche desespera.

Y el abrigo de hoy se convierte en calor que me incomoda.

Embriagado en introspección, colgado de un punto infinito.

El lugar que nunca ocupaste ahora se vuelve espacio.

Te mido desde lejos.

Me sonrío.

Se nota, te das cuenta.

Te observo con detenimiento.

Tropiezo en el intento.

Alguien silva a lo lejos.

Alguien canta otra vez.

Una vez màs,

Dos pensamiento conjugados.

Cinco minutos los separan

Nueve horas los sostienen.

Una vez màs.

Dos veces màs.

Tres veces màs.

Te pienso.

Te recuerdo y me sonrío.

Te pienso, te recuerdo.

jueves, 20 de octubre de 2011

Inmorta

y que mas te digo

con que mas te ofendo

como te explico que no eres tù

que todo te lo has robado

la risa, el llanto

la costumbre de correr a ciegas

caminar despacio

inventar lluvia en la primavera

tù eres el pretexto adecuado

para evitar ser tù mismo

para comprender mejor la huìda

que ha emprendido tu razòn

es probable que ya no conduzcas

que ya no hables, que ya no rias

que finjamos todos que estas lùcido

que aùn entiendes nuestra palabreria

el tiempo corta los espacios

nada ahora es relativo

tu presencia se vuelve abstracta

dos espacios ocupados por un solo tipo

tu sombra, tu locura y tù

se parecen a una jaula de cotorras

en ella habita el desorden

en ella se suicidan los murmullos

tanta razòn en nuestra sin-razòn

tanto que no es nada

nada que se vuelve todo

y un sin fin de metáforas absurdas

así figura el correr que se acerca

la mancha sobre el dedo acuchillante

el índice certero a lo que no se entiende

y de tu boca la sentencia profunda de un poeta

AMANECER SIN OJOS

ES MIRAR EN LA VIDA

LO QUE SOLO POCOS

APRENDERAN DE ELLA.

lunes, 17 de octubre de 2011

Crónica de un domingo familiar

…que por cuestión de piel, de sexo o religión, tus zapatos no me los pruebo…

Crónica de un domingo familiar

Acaece el mediodía espectral cuando dan las doce horas. El aire calido de una primavera recien amanecida en el conurbano bonaerecen. Casi la crónica del clásico domingo familiar inspirada en los Campanelli o en los Bembenuto, entorno a una mesa enorme y formal se reune la familia “unita”. El humo que emanan las brazas ingresa como bocanadas toscas desde la parilla atiborrada de ese asado bien argentino. Las abuelas, matronas anacrónicas se sientan temprano en la mesa, picando cuanto pan encuentran, saludando contentas a los nietos, con el humor un poco cansado de tantos años, intolerantes a veces. El ruido de un bastón que cae al piso las sobresalta y provoca risas. Mas risas se congregan. Las abuelas sonríen y sonrojan, victimas de sus propios años y de sus propias experiencias. El patrono de la casa apura el primer vaso de vino tinto con soda. La familia sigue cayendo. Un sol reverberante entras por los ventanales, y la brisa acompaña la danza de las cortinas, promoviendo la polvareda que viene desde los canteros secos. Las ensaladas llegan a la mesa, uno a otros se dan permiso para ir “picando” lo que está a mano. El golpe de una cuchilla sobre la tabla de madera espanta los comensales. -ay carajo- grita una tía. -me voy a morir del susto nene- aclara. La familia se va arrimando a la mesa motivados por el apetito.

Las primeras tajadas de carne comienzan a rodar sobre la tabla de madera que chorrea sangre. Morcillas, chorizos, vacío y asado de tira, todo un corso de trozos de vaca van girando hacia los platos. El bullicio se convierte en silencio de cubiertos que hacer percusión sobre la mesa. -Un aplauso para el asador- dicen un por allá. Mas ensaladas, mas carne y llegan los postres empujando los primeros platos. La celebración familiar casi deforma en veneración por la comida. -Panza llena, corazón contento – comentan y se cargan sobre sus espaldas, desparramándose en los sillones, como aguas vivas sobre la arena, dando bocanadas como peces fuera del agua para favorecer la digestión. El café no tarda en llegar. – Dos cucharadas de azucar para mí – comenta la hermana. El café se va consumiendo sorbo a sorbo y los tópicos polémicos no tardan en llegar. Política, economía, seguridad y sexualidad, y así se abre juego al debate. Los participantes en la mesa dan sus puntos de vista pero el patriarca es quien lleva la batuta. –…obtuso le dice el abuelo, porque es cerrado como un ángulo obtuso – Los temas se van salteando y la atención se centra en las declaraciones controversiales reciente que un político de moda dio sobre sexualidad. El dueño de casa toma la palabra y comienza a vociferar sobre la enfermedad de los putos: - si tengo un hijo puto, yo lo hecho a la calle, están enfermos, como los violadores y los que abusan de las criaturas – El resto de la familia se mantiene en silencio y algunos apoyan la moción. Una abuela dice: -son todos degenerados nena, por favor, esto de casarse chicos con chicos y adoptar se puso de moda – . Las vociferaciones continúan ignorando que alguien de la familia está incómodo por los comentarios escuchados. Es el sobrino, puto, mudo por el estupor de escuchar lo que la familia opona. Se queda callado, en silencio, mirando con sus ojos profundos, como el filo de una espada, clavada en las incoherencias que aquel troglodita continua diciendo. La madre y hermanao se incomodan y salen en defensa.. Las voces se van elevando. El debate familiar deformó en la discusión de tres protagonistas. El puto, ahora calificado como degenerado y violador. Sigue en silencio. Quiere reacionar pero no puede. La salud de una abuela podría estar en juego. –yo no podría compartir un mesa con un maricon y faltaria con que me quisiera traer a su novio y lo saco a patadas en el culo- continúa el troglodita…

Poco a poco los comensales comienzan a pararse. El ambiente está tenso como tambor y los argumentos están todos sobre la mesa. La lógica y el amor no parecen poder ganar contra los dogmas de una vida católica y machista. El puto sale por la puerta con la cara inexpresiva. Se cambia de tema y la familia vuelve a reir. El maricon camina hasta el auto para salir de esa casa y decidir tristemente renunciar a la familia que lo posterga por ideales católicos y sociales.

¿Dónde se nos quedó el amor? ¿Dónde se nos pudrieron los principios? ¿En dónde quedó lo puro?

Las personas solo deben ser juzgadas por sus actos por amor o desamor y todo aquello que esté que esté condenando por los dogmas de una religión, si son juzgados, deberá ser dios quien los juzgue.

Estas son las lineas de lo que siento, las letras de lo pienso, la expresión de lo que me aterra, el vómito que provoca el cólera de que no entiendas. Soy la manifestación de tu sociedad, el desamparo de tus años de mirar hacia otro lugar. Soy yo y estoy aca y me vas a tener que escuchar o me vas a tener que mirar, o simplemente sentir, presente como una mirada incisiva en la mesa y cuando me vaya de tu mesa, me voy a mudar a tu conciencia para que siempre me tengas presente.

Este puto nunca más volverá a renunciar a sus ideales.